En lo profundo de nuestra alma hay una voluntad arcaica de sobrevivir desde la época del desarrollo humano, cuando la supervivencia del propio grupo dependía de la destrucción del otro grupo que atacaba. Nadie del enemigo debía sobrevivir. Las guerras posteriores también se libraron de esta manera. No se trataba solo de derrotar al otro grupo o de defenderse de su ataque, sino para protegerse de ellos aniquilarlos hasta el último miembro.
Encontramos un ejemplo de esto en la Biblia, cuando las tribus israelitas invadieron Canaán, para conquistarla, Dios ordenó: "Deben matarlos a todos, hombres, mujeres, niños y ganado, como un holocausto para Yahweh". Ejemplos modernos de esto son los intentos de exterminar a todo un pueblo, el llamado genocidio y los intentos de los nacionalsocialistas en Alemania de aniquilar a todo el pueblo judío, incluyendo a todos los niños. En nosotros la voluntad de aniquilar se mantiene bajo control por el estado de derecho y el orden público. Nos protege contra la voluntad destructiva de otros, y los protege contra nuestra voluntad de aniquilar. Tan pronto como el orden público se derrumba, se libera de nuevo- sin control.
¿Cómo se muestra esta voluntad de destrucción en nuestras relaciones? Por ejemplo, ¿qué sucede en nuestra alma cuando una pareja nos ha lastimado? ¿Queremos lastimarlo de la misma manera para compensar nuevamente? O, por una pequeña cosa ¿interiormente le deseamos la muerte y queremos destruirlo? La voluntad de aniquilar es el trasfondo y la fuerza impulsora para la escalada de muchas lesiones inofensivas en las relaciones de pareja.
Si conocemos el poder de la voluntad de aniquilar en nosotros y recordamos sus orígenes, seremos más cuidadosos. Compensamos algo inofensivo con algo inofensivo y preferimos compensar con un poco menos que con demás.